About San Juan Pablo II Audiencia General
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Durante el reciente viaje a Polonia, me dirigí a la Virgen María con estas palabras: "Madre santísima, (...) obtén también para mí las fuerzas del cuerpo y del espíritu, para que pueda cumplir hasta el fin la misión que me ha encomendado el Resucitado. En ti pongo todos los frutos de mi vida y de mi ministerio; a ti encomiendo el destino de la Iglesia; (...) en ti confío y te declaro una vez más: Totus tuus, Maria! Totus tuus! Amén" (Homilía en el santuario de Kalwaria Zebrzydowska, 19 de agosto de 2002, n. 5: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 23 de agosto de 2002, p. 10). Repito hoy estas palabras, dando gracias a Dios por los veinticuatro años de mi servicio a la Iglesia en la sede de Pedro. En este particular día, pongo de nuevo en manos de la Madre de Dios la vida de la Iglesia así como la vida, tan agitada, de la humanidad. A ella le encomiendo también mi futuro. Lo pongo todo en sus manos, a fin de que con amor de madre lo presente a su Hijo, "para alabanza de su gloria" (Ef 1, 12)
2. El centro de nuestra fe es Cristo, Redentor del hombre. María no lo eclipsa, ni eclipsa su obra salvífica. La Virgen, elevada al cielo en cuerpo y alma, la primera que gustó los frutos de la pasión y la resurrección de su Hijo, es quien nos conduce del modo más seguro a Cristo, el fin último de nuestro obrar y de toda nuestra existencia. Por eso, al dirigir a la Iglesia entera, en la carta apostólica Novo millennio ineunte, la exhortación de Cristo a "remar mar adentro" añadí que "en este camino nos acompaña la santísima Virgen, a la que (...) junto con muchos obispos (...) consagré el tercer milenio" (n. 58). E, invitando a los creyentes a contemplar sin cesar el rostro de Cristo, expresé mi vivo deseo de que María, su Madre, sea para todos maestra de esa contemplación
3. Hoy quiero renovar ese deseo con mayor claridad mediante dos gestos simbólicos. Dentro de poco firmaré la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae. Además, juntamente con este documento, dedicado a la oración del Rosario, proclamo el año que va desde octubre de 2002 hasta octubre de 2003 "Año del Rosario". Lo hago no sólo porque este año es el vigésimo quinto de mi pontificado, sino también porque se celebra el 120° aniversario de la encíclica Supremi apostolatus officio, con la que, el 1 de septiembre de 1883, mi venerado predecesor el Papa León XIII comenzó la publicación de una serie de documentos dedicados precisamente al Rosario. Hay asimismo otra razón: en la historia de los grandes jubileos existía la buena costumbre de que, después del Año jubilar dedicado a Cristo y a la obra de la Redención, se convocaba uno en honor de María, para implorar de ella la ayuda con el fin de hacer que fructificaran las gracias recibidas
4. Para la exigente, pero extraordinariamente rica, tarea de contemplar el rostro de Cristo juntamente con María, ¿hay un instrumento mejor que la oración del Rosario? Con todo, debemos redescubrir la profundidad mística que entraña esta oración sencilla, tan querida para la tradición popular. En efecto, esta plegaria mariana en su estructura es sobre todo meditación de los misterios de la vida y de la obra de Cristo. Al repetir la invocación del "Ave María", podemos profundizar en los acontecimientos esenciales de la misión del Hijo de Dios en la tierra, que nos han transmitido el Evangelio y la Tradición. Para que esa síntesis del Evangelio sea más completa y ofrezca mayor inspiración, en la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae he propuesto añadir otros cinco misterios a los actualmente contemplados en el Rosario, y los he llamado "misterios de la luz". Comprenden la vida publica del Salvador, desde el bautismo en el Jordán hasta el inicio de la Pasión. Esta sugerencia tiene como finalidad ampliar el horizonte del Rosario, para que quien lo reza con devoción y no mecánicamente pueda penetrar aún más a fondo en el contenido de la buena nueva y conformar cada vez más su vida a la de Cristo Dear Brothers and Sisters,
1. During the recent trip to Poland, I went to the Virgin Mary with these words: "Blessed Mother, (...) also obtain for me strength in body and spirit, in order to fulfill to the end the mission it has given me the Risen in you I put all the fruits of my life and my ministry, to you I entrust the future of the Church (...) I trust in you and I declare once more. Totus tuus, Maria Totus! ! tuus Amen "(Homily at the shrine of Kalwaria Zebrzydowska, August 19, 2002, n. 5: L'Osservatore Romano, Spanish language edition, August 23, 2002, p. 10). Today I repeat these words, thanking God for the twenty years of my service to the Church in the See of Peter. On this particular day, I put back in the hands of the Mother of God the life of the Church and the life, so agitated humanity. She also entrust my future. I put everything in his hands, so that with love mother present to her Son, "to the praise of his glory" (Eph 1: 12)
2. The center of our faith is Christ, Redeemer of man. Mary did not overshadow or eclipse his salvific work. Our Lady Assumed into heaven in body and soul, the first to enjoy the fruits of the passion and resurrection of his Son, is the one who leads us safer Christ way, the ultimate goal of our work and our entire existence. Therefore, to lead the whole Church in the Apostolic Letter Novo Millennio Ineunte, the exhortation of Christ to "put out into the deep" I added that "on this path the Blessed Virgin accompanies us, which (...) with many bishops (...) entrusted the third millennium "(n. 58). E, inviting believers to contemplate unceasingly the face of Christ, I expressed my strong desire that Mary, his Mother, is for all that contemplation teacher
3. Today I want to express this desire more clearly with two symbolic gestures. Soon I will sign the Apostolic Letter Rosarium Virginis Mariae. In addition, together with this document, dedicated to the Rosary, I proclaim the year from October 2002 to October 2003 "Year of the Rosary". I do so not only because this year is the twenty-fifth of my Pontificate, but also because the 120th anniversary of the encyclical Supremi apostolatus officio, with which, on 1 September 1883, my venerable Predecessor celebrated Pope Leo XIII began the publication of a series of documents dedicated specifically to Rosario. There is also another reason: in the history of the great jubilees was the good habit that after the Jubilee Year dedicated to Christ and the work of Redemption, were called one honor of Mary imploring her aid in order to make bear fruit graces received
4. For the demanding but extraordinarily rich task of contemplating the face of Christ with Mary, is there a better place than the Rosary instrument? However, we must rediscover the mystical depth posed this simple prayer, so dear to popular tradition. Indeed, this Marian prayer in its structure is especially meditation on the mysteries of life and work of Christ. By repeating the invocation of the "Hail Mary", we can deepen the essential events of the mission of the Son of God on earth, who have transmitted the Gospel and Tradition. For that synthesis of the Gospel be more complete and offer greater inspiration, in the Apostolic Letter Rosarium Virginis Mariae have proposed adding five mysteries to those currently contemplated in the Rosary and I have called "mysteries of light". They understand public life of the Savior, from the baptism in the Jordan to the beginning of the Passion. This suggestion aims to broaden the horizon of the Rosary so that whoever prays it with devotion and not mechanically can penetrate even deeper into the content of the good news and increasingly shaping their lives to Christ